Los recuerdos son una especie de registro. Como yo digo, cada recuerdo es un DVD que se encuentra en una estantería dentro de nuestra mente esperando a ser reproducido.
Cada recuerdo nos proporciona todo tipo de información sobre una experiencia pasada.
Una experiencia positiva puede producir sentimientos de felicidad o satisfacción, mientras que una negativa puede causar ira o desesperación.
Cuando recordamos un recuerdo, podemos sentir desde el punto de vista emocional, pero también podemos llegar a notar como nuestro cuerpo reacciona. Podemos sentir como los músculos se tensan, mariposas en el estómago, escalofríos y un largo etcétera.
Toda la información de nuestros recuerdos la utilizamos para saber cómo debemos reaccionar (de manera inconsciente) al recordar dicho recuerdo o cuando estemos viviendo una situación parecida.
Piensa en algo que te hizo feliz. Tal vez tengas un recuerdo vívido de unas vacaciones familiares. Las vistas, los sonidos y los olores desaparecieron hace mucho tiempo, pero solo pensar en ellos te produce una nueva realidad en tu mente y cuerpo. Tal vez has sonreído o te reíste al pensar en ese viaje. Como resultado, probablemente querrás volver a pensar en esas vacaciones y ¿por qué no lo harías cuando te ha producido resultados tan positivos?
Tu cerebro ha disparado los mismos circuitos creados en el momento que viviste esa experiencia vital cuando recordaste la experiencia. Esa experiencia y ese recuerdo están conectados entre sí y producen en ti un sentimiento de alegría. Lo opuesto también es cierto. Una experiencia negativa desencadena una serie de respuestas emocionales, químicas y físicas que pueden tener un impacto muy real en tu vida.
Para entender este concepto tendremos que dar un paso atrás.
En 1975, los Jemeres Rojos tomaron el poder en Camboya. Durante los siguientes cuatro años, el grupo dirigido por Pol Pot, supervisó la muerte de más de 1,5 millones de camboyanos.
El daño causado por los Jemeres Rojos duró mucho después de que el grupo fuera derrocado. Los supervivientes se vieron obligados a vivir con los recuerdos de lo que les sucedió a ellos y a sus seres queridos.
Este trauma apareció de maneras inesperadas.
A mediados de la década de 1980, la Dra. Gretchen van Boemel, que entonces trabajaba en el Doheny Eye Institute de Los Ángeles, comenzó a ver pacientes con una cantidad inusualmente alta de problemas de visión.
Estos pacientes eran todas mujeres de entre 40 y 60 años y eran todas camboyanas.
Se realizaron varias pruebas y escaneos a las mujeres. Los resultados mostraron una agudeza visual casi perfecta, a pesar de que la mayoría se les otorgó como legalmente ciegos cuando intentaron leer una tabla optométrica. Es decir, físicamente sus ojos estaban bien, pero no eran capaces de ver.
Un análisis más profundo mostró que el 90% de estas mujeres habían perdido a miembros de su familia y el 70% fue testigo de cómo asesinaban brutalmente a un miembro de su familia. Además, muchas de las mujeres fueron violadas, golpeadas o sometidas a hambre.
En entrevistas con estas mujeres, muchas dijeron que pasaban sus días en casa reviviendo su experiencia de pesadilla.
¿Por qué estas mujeres no pudieron sanar y crear una nueva vida para sí mismas?
Piense en un DVD que salta. El surco desgastado en el disco impide que la película avance.
Una experiencia traumática funciona de la misma manera. Al recordar el mismo evento una y otra vez, estas mujeres activaron y conectaron los mismos circuitos de la misma manera, lo que alteró sus circuitos cerebrales.
También reprodujeron las mismas emociones químicas que, con el tiempo, empezaron a cambiar sus cerebros y sus cuerpos. El evento y el continuo tormento de esos recuerdos crearon cambios físicos en su biología, no en sus ojos, pero muy probablemente en sus cerebros.
Este es un caso extremo, pero es interesante porque muestra el poder de nuestras experiencias pasadas.
Estas mujeres ya no querían ver la brutalidad, por lo que su mente y cuerpo respondieron perjudicando su visión. Es trágico porque lo único que vieron claramente fue la violencia pasada que solo reforzó su realidad actual.
Quiero que pienses en tu propia vida por un minuto.
¿Hay alguna experiencia pasada que haya causado el mismo tipo de reacción o una similar?
Hay una manera de cambiar eso y es siendo primero consciente del impacto y el poder que tienen nuestros pensamientos. Una vez que nos damos cuenta de esto, el siguiente paso es aprender a cambiar esos hábitos negativos de pensamientos.
Piensa esto.
Si tus pensamientos pueden hacer que tu cuerpo somatice con enfermedades. ¿Por qué no lo contrario?
Cuando aprendemos que tenemos un gran poder en nuestras manos, que es el poder de la mente, es cuando un nuevo mundo de posibilidades se nos abre delante de nosotros.
Llevo mucho tiempo ayudando y enseñando a las personas a que aprendan a conectar con ellas mismas y a cambiar sus pensamientos negativos por pensamientos positivos y que les empoderen. Cambiar ese hábito negativo por una mentalidad de abundancia.
Si te gustaría conocer más o que te cuente de qué manera, no dudes en agendar una llamada conmigo.